El problema de la basura tecnológica o e-waste

La basura se ha convertido en un gran problema de nuestra sociedad. Cada año en España una sola persona genera unos 450 kilos de basura. Varios estudios confirman que si seguimos al mismo ritmo, en el 2025 se producirán unos 6 millones de toneladas de residuos al día en el mundo, el doble de la cantidad actual. Estas cifran son realmente alarmantes. Pero, ¿nos hemos planteado cuánto estamos produciendo solo de basura tecnológica? De las 3.5 millones de toneladas que se producen cada día en el mundo, unos 46 millones son procedentes de teléfonos, ordenadores, televisores y otros dispositivos que usamos diariamente.

¿Qué se entiende por basura electrónica o e-waste?

La basura electrónica, los desechos electrónicos o e-waste se conocen por el concepto RAEE (Residuos de aparatos eléctricos y electrónicos). Estos residuos se caracterizan porque deben tener un tratamiento especial cuando termina su vida útil y de no ser así puede provocar graves impactos en el medio ambiente e incluso suponer riesgos para la salud humana.

No somos conscientes del perjuicio que puede suponer para nuestra salud desechar estos elementos al aire libre. Mientras los aparatos están en funcionamiento no presentan ningún tipo de riesgo, salvo el dióxido de carbono que puedan producir; pero al ser desechados en la basura común, estos dispositivos reaccionan con el agua y la materia orgánica liberando tóxicos al suelo y a las fuentes de aguas subterráneas. Muchos de ellos contienen plomo, selenio, cadmio o incluso arsénico, y su inhalación o contacto puede producir vómitos, diarreas o intoxicaciones de mayor gravedad para la salud.

Muchos países desarrolladores de esta tecnología se desentienden del correcto tratamiento de los RAEE y envían a otros países menos desarrollados los aparatos cuya vida útil ha terminado. En lugares como Asia, son miles las personas que separan diariamente por ejemplo, los componentes de un móvil, inhalando cantidades de cromo y plomo muy perjudiciales para su salud.

Puede que estos datos resulten difíciles de creer, pero lo cierto es que una tonelada de restos de ordenadores contiene más cobre que el propio material. Son muchos los países que se han puesto de acuerdo para legislar el reciclaje tecnológico. En Europa existe la Directiva sobre Residuos de Equipamiento Eléctrico y Electrónico, que estipula que cada fabricante se encargará del coste del reciclaje del producto. Sin embargo, estas directivas muchas veces no son efectivas y queda de nuestro lado intentar disminuir las consecuencias provocadas por nuestro propio consumo.

Existen otras opciones

Hoy en día son varias las alternativas que se plantean. Por ejemplo, el Proyecto Ara (enlace), de Google y Motorola, pretende disminuir el impacto de cambiar de móvil, pudiendo reemplazar los módulos que componen nuestro smartphone. Otras ONGs se encargan de recoger ordenadores en desuso y donarlos a centros de manera que personas que no tienen recursos pueden acceder a las tecnologías. Otras soluciones optan por proporcionar una segunda vida a estos componentes como, por ejemplo, integrar pilas usadas en muros de hormigón para edificaciones o utilizar placas de ordenadores en mesas, sillas…

Para el 2017, se estima que la cantidad de basura electrónica será equivalente al peso de 200 edificios como el Empire State. Resulta increíble, ¿verdad? Es por ello que desde Upper aconsejamos el consumo responsable de la tecnología ya que está en nuestras manos, cuidar más de nuestro medio ambiente.

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