Agustín de Betancourt

Un desconocido de la ingeniería, Agustín de Betancourt

En España, está de moda el concepto “fuga de cerebros”. Sin embargo, tan solo tenemos que remontarnos varios siglos atrás para descubrir que ya por aquel entonces había que emigrar, y eso fue lo que hizo un canario del que pronto se olvidaron: Agustín de Betancourt y Molina.

Nació en Puerto de la Cruz, Tenerife, en 1758, en el seno de una familia acomodada y que emanaba cultura. Su madre le enseñó a hablar francés y su padre le introdujo en el mundo de las ciencias. Su hermana María, que escribió una memoria sobre la forma de obtener el color carmesí y que podríamos tomar como uno de los primeros escritos científicos hecho por una mujer en Canarias; y su hermano José, eran muy conocidos por sus estudios sobre máquinas e industrias presentados a la Real Sociedad Económica de Tenerife.

Con tan solo 20 años, Agustín dejó la isla para estudiar ingeniería en Madrid y jamás volvería a su tierra natal. Planteó numerosas mejoras como ingeniero civil e incluso emuló a los hermanos Montgolfier y realizó una ascensión en globo aerostático, la primera de España, en 1783. Un año después se trasladaría a Francia para poder ampliar sus estudios. Desde entonces se movería constantemente entre ambos países.

Entre sus trabajos se puede encontrar la recopilación de planos y construcción de modelos para la creación del Real Gabinete de Máquinas del Buen Retiro, el regulador centrífugo que convertía la máquina de vapor en una de doble efecto, nuevos modos de fabricar carbón de cok o un prototipo de telégrafo óptico. Además participó en el tendido de una línea entre Madrid y Aranjuez; y fue nombrado Inspector General de Caminos y Canales.

Encontrando su lugar con la ingeniería a cuestas

Un gran ingeniero que había recorrido un largo camino y que no terminaba de asentarse en un solo lugar, encontró el cariño y la admiración en Rusia, lugar al que se trasladó en 1807 y donde llevó a cabo numerosas obras públicas, civiles y militares. Es en este país donde se reconoció su trabajo, pues llevó a cabo una modernización y adaptación a las nuevas técnicas de ingeniería en muchos aspectos de la producción, lo que permitió que Rusia se colocase en una posición excepcional de cara a los nuevos avances que estaban por llegar. Se quedaría en San Petersburgo hasta su muerte en 1824, con 66 años.

Agustín de Betancourt y Molina, una eminencia en la ingeniería y que, sin embargo, es un gran desconocido en su país de origen, y que para muchos es simplemente una calle o un aula.

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