Ann Mitchell

Ann Mitchell, una de las chicas de Bletchley Park

Hoy, 11 de mayo, se cumplen dos años desde que tuviéramos que lamentar la pérdida de Ann Mitchell. Una mujer cuyas habilidades con las matemáticas fueron cruciales para influir en el curso de la historia mundial. Pero, ¿de qué forma? ¡Descubrámoslo!

Estudiante de matemáticas, a pesar de los obstáculos

Ann nació hace casi un siglo, el 19 de noviembre de 1922 para ser exactos. Desde bien pequeña destacó como estudiante, lo que le permitió conseguir una beca para estudiar en Headington School, Oxford. Allí fue donde descubrió una de sus pasiones, las matemáticas, no solo le gustaban, sino que además se le daban bien. Si hubiera sido por la directora del centro, hubiera tenido que reconducir su futuro. Le desaconsejó seguir esa rama porque no era cosa de mujeres. ¡Como si las matemáticas fueran cuestión de género! Aunque ya sabemos que eran otros tiempos.

Afortunadamente Ann Mitchell contaba con el apoyo de su familia que le animó a continuar estudiándolas en la Universidad de Oxford. En su promoción solo había 5 mujeres, contando con ella. 

Ejerciendo de criptógrafa sin saber para qué

Cuando finalizó sus estudios en Oxford buscaba iniciar su carrera profesional sin tener todavía muy bien definido dónde y con qué tipo de trabajo. Por recomendación de su universidad acudió a una entrevista en Bletchley Park. En ningún momento se le contó para qué era el trabajo, ni en el momento de hacer la entrevista, ni cuando recibió la oferta para ser contratada.

Todo tiene un porqué. Bletchley Park se convirtió durante la Segunda Guerra Mundial en el instituto de criptoanálisis inglés. En él se dedicaban, entre otras cosas, a descifrar los mensajes que los alemanes enviaban. Dada la naturaleza de la información que ahí se manejaba, el secretismo era una pieza clave dentro de la instalación. En Bletchley Park fue donde Alan Turing desarrolló su carrera profesional. 

El trabajo de Ann fue clave para lograr descifrar Enigma, la máquina que el ejército alemán usaba para encriptar los mensajes que se intercambiaban. Su labor consistía en tratar de identificar patrones que permitieran descubrir la configuración de la máquina Enigma que se había usado para cifrar el mensaje que habían interceptado. Para de esta forma lograr descifrarlo y conocer el mensaje original. Con sus averiguaciones diseñaba instrucciones para las máquinas de descifrado, algo parecido a lo que hoy conocemos como programas informáticos.

No fue la única mujer ejerciendo de criptógrafa. A decir verdad, en aquel momento, aunque suene sorprendente, un 75 % del personal lo era. Otra cosa diferente es que hayan recibido reconocimientos y méritos por ello.

Durante décadas, de cara para fuera, incluida para su propia familia, Ann Mitchell había ejercido de oficinista para el Ministerio de Exteriores. Un contrato les prohibía desvelar cuáles habían sido realmente sus funciones. No fue hasta los años 70 cuando toda esa información se desclasificó y se supo realmente cuál había sido el trabajo de Ann y la importancia para la historia que habían tenido sus aportaciones.

Tras las matemáticas, un giro laboral

Una vez terminada la guerra, Ann Mitchell finalizó su vinculación al Bletchley Park. En aquella época conoció al que se convertiría en su marido, Angus Mitchell. Se mudó a Edimburgo y formaron una familia. Sus hijos crecieron conociendo los logros que su padre había conseguido durante la guerra, pero ajenos a la proeza de su madre. Hasta que en los años 70 se sorprendieron cuando la verdad salió a la luz.

No solo fue una época de cambios a nivel personal, también en lo profesional. Ann Mitchell se formó como consejera matrimonial. En este nuevo entorno veía en su día a día como en los divorcios se daba mucha importancia a los cónyuges, pero no tanta a los hijos. Ello le llevó a emprender una investigación en la que analizó el impacto de los divorcios en los niños. Tal fue la repercusión de su estudio que provocó modificaciones en la ley escocesa. Se introdujeron cambios para asegurar que el bienestar de los hijos primase frente a otras cuestiones en caso de divorcio.

Aunque posiblemente no es algo que la propia Ann Mitchell se planteara, ni se propusiera, sus trabajos han servido para salvar y proteger a la humanidad. Por un lado, ayudando a que llegara el fin de la guerra y, por otro lado, mejorando la vida de muchos niños.

Scroll al inicio